jueves, 13 de diciembre de 2018

DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO, 2018.: LA ALEGRÍA.

El tercer domingo de Adviento se distingue por rezumar, de modo especial, la virtud y el fruto del Espíritu Santo. La razón de la alegría es la cercanía del Señor, lo mismo afirma Pablo en su carta a los  Filipenses. No confundamos como el mundo el optimismo y la esperanza alegre, la alegría. La alegría es un efecto del alma y, como consecuencia de la entrega de una persona en su modo de vivir: unos se alegran ante la buena mesa, la buena bebida, ante un éxito, ante un mundo que se va mejorando, del avance técnico, científico,... pero la virtud, el fruto del Espíritu no depende de las cosas humanas cómo sucedan, sino por tener al Señor y esta alegría debe de ser constante:"Estad siempre alegres" de Pablo a los Tesalonicenses, y Jesús nos dice en la Última Cena: " y Yo os daré una alegría que nadie os quitará" ( Jn. 16, 22). Cada vez que Jesús se aparece resucitado a los discípulos:" los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor Jesús"( Jn. 20,20). El ángel le dice a María:" Alégrate, llena de gracia, ... porque el Señor está contigo". La alegría de Dios es permanente y no circunstancial según los acontecimientos, de lo que suceda, de cómo vayan los eventos en la vida,...De esta alegría no se refiere la virtud, sino de permanente tenencia "del Señor que viene a salvarnos". Las palabras de Dios son para nosotros palabras que nos llenan de alegría..
 De ahí que el tiempo del Adviento sea para nosotros tiempo de esperanza alegre por la próxima presencia del Salvador, de la celebración del aniversario de su Encarnación y nacimiento en Belén.
 Cuando le preguntan a Juan :¿Quién es? Yo no soy el que pensáis, yo os bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar las correas de su sandalias,... pero Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; el bautismo de Juan es signo de conversión personal y el de Jesús es deñ don del Espíritu que nos renueva en el fuego de la nueva vida, el Espíritu y fuego del amor, de la misericordia, del perdón, de la renovación que nos hace hijos de Dios, otros " cristos", Iglesia. Jesús viene por vez primera -humillado en la carne- para redimir al ser humano- y darnos la salvación a los que lo acojan y dar toda clase de acogida para llenarnos de Dios y de su alegría. Ahora bien, a los que no le acogen en su segunda venida, "tiene el mano el bieldo para aventar su parva... y quemar la paja en una hoguera que no se apaga y separarla del grano de trigo".
 Y le preguntan a Juan y ¿ qué debemos hacer? Esta pregunta a Juan expresa la busca de los discípulos de Juan, y puede expresar la de todos los discípulos de todos los tiempos:¿ Qué debemos hacer?. Hoy ante tantos desencantos de los hombres y mujeres  en lo político, de tantas promesas humanas, de tantos fracasos de programas, de falta de libertad, de fracaso económico, de falta de justicia, de los derechos humanos,... y lo mezclamos todo lo humano y lo divino y armamos un batiburrillo en nuestra mente que no nos aclaramos en nada y lo que sucede en lo humano lo pasamos a lo sobrenatural y no tiene ni semejanza. Lo que debemos hacer es cargarnos de obras de misericordia, de amor, de justicia, de  saber compartir lo que tengamos con el que tiene menos que yo. saber vivir desprendido de tantas cosas que nos quitan libertad y nos atan a las cosas humanas y nos restan energías para vivir la alegra esperanza de la espera ante la llegada de Jesús.
 Debemos cambiar interior y exteriormente, ser más positivos, más evangelizadores,con más ALEGRÍA POR TENER A JESÚS, de creer, de vivir de comprometerse, Juan nos llama a la conversión y al cambio de vida, a vivir del Espíritu, a vivir una nueva y verdadera Navidad, cristiana y no  superficial, de comidas bebidas, juergas sin referencias a la fe, al hecho del DIOS QUE SE HACE HOMBRE PARA SALVARNOS. Nos aprovechamos del hecho histórico de la Encarnación de Jesús y de su nacimiento en BELÉN PARA SALVARNOS PARA REUNIRNOS A COMER, A BEBER, JUERGAS,... Seamos coherentes. Miremos a María. Santa María intercede por nosotros para que estemos preparados siempre para recibir a Jesús.

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