Con la solemnidad de Pentecostés se clausuran las fiestas pascuales. De la Pascua de JESÚS resucitado pasamos a la Pascua del ESPÍRITU SANTO( el Espíritu de JESÚS). Vivamos ahora la pascua de la vida y del amor. La vida y el amor deben ir siempre unidos. La Iglesia es el Cuerpo de CRISTO, para que esté viva la Iglesia necesita del Espíritu, como nuestro cuerpo necesita el alma o espíritu. La vida de la Iglesia es el ESPÍRITU SANTO. Es el aliento que vivifica a la Iglesia que la lleva a difundir el evangelio al mundo entero.
El ESPÍRITU SANTO da unidad a la Iglesia, mientras en la torre de Babel fue división. El ESPÍRITU SANTO es riqueza inagotable, pues con sus dones, frutos, etc. nos va plenificando en la vida de CRISTO, a identificarnos con Él. El ESPÍRITU SANTO nos hace hijos de DIOS en el Bautismo y corre por nosotros la misma vida de DIOS.
El ESPÍRITU SANTO nos transforma y crea en nosotros una personalidad cristiana rica en valores humanos y cristianos. Nos ayuda a vivir la vida de JESÚS con un estilo de vida distinto a la negatividad que podamos encontrar en algunos seres humanos que no le conocen. Pero nosotros le conocemos y está en nosotros actuando, modelando la imagen de JESÚS. Es el ESPIRITU SANTO que nos da el abrazo de comunión con el Señor y nos hace amar a los demás como el Señor nos ama. El nos enseña a orar. Es el Huesped de nuestras almas.
Hubo un cambio en la vida de los Apóstoles antes de Pentecostés (miedosos, cobardes,...) y después de recibir al ESPÍRITU SANTO se vuelven valientes, atrevidos, empiezan a hablar de cristo resucitado y del Reino de DIOS y a llevarlo por todos los pueblos por donde pasaban, y estaban alegres de poder sufrir algo por el Señor Resucitado. Nosotros hemos recibido el ESPÍRITU SANTO en el Bautismo y su plenitud en el sacramento de la Confirmación. ¡Qué importante es el sacramento de la Confirmación! Deberían de recibirlo todos y prepararse bien para el acontecimiento. Pidamos a María, la más dócil a la inspiración del ESPÍRITU SANTO, para que nos ayude a recibir y ser dóciles a la tercera persona de la Santísima Trinidad que habita en nosotros por amor y para hacernos felices.
El ESPÍRITU SANTO da unidad a la Iglesia, mientras en la torre de Babel fue división. El ESPÍRITU SANTO es riqueza inagotable, pues con sus dones, frutos, etc. nos va plenificando en la vida de CRISTO, a identificarnos con Él. El ESPÍRITU SANTO nos hace hijos de DIOS en el Bautismo y corre por nosotros la misma vida de DIOS.
El ESPÍRITU SANTO nos transforma y crea en nosotros una personalidad cristiana rica en valores humanos y cristianos. Nos ayuda a vivir la vida de JESÚS con un estilo de vida distinto a la negatividad que podamos encontrar en algunos seres humanos que no le conocen. Pero nosotros le conocemos y está en nosotros actuando, modelando la imagen de JESÚS. Es el ESPIRITU SANTO que nos da el abrazo de comunión con el Señor y nos hace amar a los demás como el Señor nos ama. El nos enseña a orar. Es el Huesped de nuestras almas.
Hubo un cambio en la vida de los Apóstoles antes de Pentecostés (miedosos, cobardes,...) y después de recibir al ESPÍRITU SANTO se vuelven valientes, atrevidos, empiezan a hablar de cristo resucitado y del Reino de DIOS y a llevarlo por todos los pueblos por donde pasaban, y estaban alegres de poder sufrir algo por el Señor Resucitado. Nosotros hemos recibido el ESPÍRITU SANTO en el Bautismo y su plenitud en el sacramento de la Confirmación. ¡Qué importante es el sacramento de la Confirmación! Deberían de recibirlo todos y prepararse bien para el acontecimiento. Pidamos a María, la más dócil a la inspiración del ESPÍRITU SANTO, para que nos ayude a recibir y ser dóciles a la tercera persona de la Santísima Trinidad que habita en nosotros por amor y para hacernos felices.
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