Jesús ha realizado en su peregrinación por Palestina muchos signos, multiplica los panes y peces, resucita muertos, habla con autoridad, se enardecen las gentes con la fuerza de su palabra, "su fama corre como reguero de polvora". Las gentes se preguntan quién es Jesús. Jesús se retira a orar en solitario, acuden a él los discípulos y Jesús les dice: ¿Qué dicen las gentes que soy yo?. Responden los apóstoles:" Unos que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros que eres uno de los profetas.
Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo? Pedro respondió:" Eres el Mesías de Dios, el Hijo de Dios.. Pero Jesús les dice que no digan nada hasta que resucite de entre los muertos. Esto tiene un sentido y es que tanto Israel esperaban un Mesías político que les liberara de los pueblos vecinos, Mesías temporal que les alimentara, que les llenara sus estómagos "sin dar un palo al agua".
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La primera pregunta de Jesús es para los suyos para que sepan la identidad de Jesús, su destino y seguimiento de los que quieran ser discípulos suyos. Aquí tiene en cuenta lo que dicen los otros de Él, pero luego viene la pregunta para que se pronuncien y se comprometan, pues un acosa es la opinión de las gentes y otra la que tengan ellos sobre su Maestro. Espera una respuesta concreta, precisa, personal de los suyos que han visto los signos realizados en su presencia, las palabras pronunciadas y explicadas a solas para ellos. Pedro hace de portavoz, e inspirado por el Padre dice: "Tú eres el Mesías de Dios", como el Hijo enviado para salvar al mundo, pues en Jesús se revela, se manifiesta la bondad de Dios, el amor de Dios hacia el mundo y, por su medio, dios salva al mundo con su entrega en la cruz. Jesús se siente satisfecho con la respuesta de Pedro.
Se asombran ante el anuncio de Jesús que les dice:" El Hijo del Hombre tiene que subir a Jerusalen, ser entregado a los sumos sacerdotes, escribas,...escarnecido, muerto y sepultado, pero al tercer día resucitará". Les escandaliza. Es la voluntad del Padre para llegar a su gloria pasar por la cruz. Nosotros no vamos a ser más que el Maestro, para llegar a la gloria de Cristo debemos pasar por la cruz de cada día; no hay gloria sin cruz, no hay resurrección sin muerte de cruz,...
La pregunta que hace Jesús a sus apóstoles nos hace también a nosotros hoy a nosotros, a ti y a mi. ¿ Cual es tu respuesta,? ¿ Cual es mi respuesta?. La respuesta debe ser meditada, no respuesta desde la rutina de cada año, o de cada vez que escuchemos este evangelio, respuesta que nos comprometa en la vida de seguir a Jesús.
Si queremos salvar la vida debemos perderla en el presente, pues si la salvamos para el presente la perdemos para la eternidad. Jesús no engaña a nadie, habla claro y nos dice que debemos llevar la cruz si queremos ser sus discípulos, debemos negarnos a nosotros mismos.
Podemos hacernos la pregunta cada uno de nosotros en nuestro interior:¿ Quién es Jesús para mí? Sabemos la respuesta y la damos como Pedro, pero ¿ creemos realmente lo que decimos? ¿ Lo aceptamos como Mesías de Dios? En la Eucaristía meditemos la entrega de Jesús que se sigue entregando por nosotros en cada misa. Santa María, Madre de Dios y nuestra, Madre de la fe comprometida y coherente intercede por nosotros para que creamos de verdad que Jesús es el HIJO DE DIOS.
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