martes, 25 de febrero de 2014

DOMINGO 8º DEL T.O. 2014: LA CONFIANZA EN DIOS PADRE.

Continuamos meditando sobre las secuelas del "Sermón de la Montaña" Si en los últimos domingos Jesús nos decía: que somos la sal de la tierra y la luz del mundo, que la Ley se reduce a un mandamiento: el amor: "amaos los unos a los otros como yo os he amado" Y la Ley debe vivirse desde el corazón y con el corazón. Hoy avanza en sus enseñanzas para sus discípulos en la confianza que debemos de tener en la Providencia del Padre, en el saber usar de los bienes terrenales, de cómo usar de las cosas materiales, pues antes nos habla del tesoro( cap.6, 19), que no es otro que el mismo Señor, que si le descubrimos nos seduce, nos arrastra en pos de Él que es el que verdaderamente nos satisface, llena. Podemos tener el ojo limpio pues así podemos tener todo nuestro cuerpo limpio, pues de lo que vemos queremos seguirlo con el resto del cuerpo, pues si no vemos una cosa no corremos tras de ella. Tengamos el ojo limpio, sano y estará sano todo nuestro cuerpo. Las cosas del mundo son incompatibles con las de Dios, pues nos dice:" no podéis servir a Dios y al dinero, pues el dinero debe servir al hombre y no el hombre al dinero, ya que si el dinero se convierte en dueño del corazón, deja de cumplir con su misión de servir al ser humano para su sustento, familia, descanso, ocio, caridad,...Pero debemos fijarnos mucho como el dinero hoy- y casi siempre- se ha convertido en idolillo, un "dios" para el hombre. Así Jesús- que nos engaña ni nos mete en camino sin salida- nos invita al desprendimiento con relación a los bienes materiales. Son necesarios pata nuestra vida, sí, pero la vida no depende de estos bienes, sino de Dios.
 Muchas veces estamos angustiados, agobiados por el "mañana", por el trabajo, la educación de los hijos,... Pues hoy Jesús nos da una reflexión sobre la Providencia del Padre, que no es otra cosas sino el cuidado amoroso que Dios, nuestro Padre tiene de todas sus criaturas y de modo especial del hombre-mujer, sus hijos. La angustia, el agobio es como tener poca fe en Dios, poca confianza de nosotros en nuestro Padre Dios. Debemos preocuparnos, ocuparnos en adquirir los medios necesarios para el sustento de la familia, de la propia vida, pero no te angusties ni te agobies como los paganos, que no tienen fe se afanan, angustian,... porque  solo dependen de ellos y no de un Padre amoroso, providente que vela continuamente por ti. Nosotros debemos descartar estas preocupaciones- pero debemos de trabajar y colaborar con el Señor, no ser unos vagos que no quieren trabajar y que se lo den todo hecho, masticado,... Dios, nuestro Padre, sabe lo que necesitamos  para vivir y nunca nos faltará nada necesario. Lo que debemos buscar lo primero es el Reino de Dios y su justicia. La preocupación nuestra ha de ser vivir la comunión con Él, hacer siempre-a pesar de nuestra fragilidad humana- su Voluntad. Si el Señor está con nosotros,¿ quién estará contra nosotros?. Si tenemos al Señor no nos faltará nada necesario para vivir y peregrinar por este mundo hasta la llegada al Padre. Tengamos confianza en el Señor que no falla nunca. Cuántas veces nos preocupa el futuro porque no llegamos a descubrirlo, a suponerlo,...pero si nos apoyamos y creemos en Dios Padre, en su Hijo Jesús y en su Espíritu Santo que conocen el futuro, nuestro futuro, que está en las manos de Dios. Aquí no vale el tarot, las cartas, adivinanzas,... ( respeto y quiero a estas personas)estas cosas no tiene sentido en un mundo civilizado y culto, sino más bien en personas que son débiles en la confianza en Dios, débiles en su personalidad. " No estéis  preocupados por el mañana, pues cada día tiene su afán" y Dios sabe  de lo que necesitáis. Os invito a creer fielmente en nuestro Padre Dios por Jesús, su Hijo y en su Espíritu Santo. Alimentaos de la Palabra de Dios que es luz, fuerza y vida para nosotros y recibamos los sacramentos( confesión y Eucaristía) para ser fuertes en la confianza en  el Padre Dios. María, Madre de Dios, tú que te fiaste plenamente de la Palabra de Dios , intercede por nosotros, tus hijos para que nos abandonemos con alegría en los brazos de Dios Providente.

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