lunes, 10 de junio de 2013

Domingo 11. T.O. 2013. La misericordia de Dios.

La Palabra de Dios de este domingo once, nos hace meditar sobre el perdón, la misericordia de Dios y nuestro amor y agradecimiento a Dios que nos ama y perdona. Nos presenta la 1ª lectura al rey David que peca y mata y  recibe de Dios el perdón por boca del profeta Natán; en el Evangelio es el mismo Jesús el que perdona a la mujer pecadora. Jesús ha sido invitado por un fariseo y, estando a la mesa, llega por detrás una mujer pecadora- se coló en la fiesta- y comienza por lavarle los pies con sus lágrimas, los enjuga con sus cabellos y besándolos los unge con ungüento. Entonces el fariseo, piensa,:" si éste fuera profeta, conocería quien esa mujer que le toca, porque es una pecadora. Jesús:-Dios-con-nosotros-conoce su pensamiento y le dice: " Simón, tengo una cosa que decirte: Maestro habla: Jesús expone una parábola que en resumen es: "Amará más a quien más se le perdona" No se trata de perdonar porque ama más, sino que a quien más se le perdona más debe amar"  Jesús es la misericordia de Dios presente en este mundo, por Él nos sentimos perdonados y amados; nos deja el sacramento de la Confesión para el perdón de los pecados. Se confiesa poca gente y comulga mucha gente, oímos con frecuencia, en nuestro ambiente. Estamos muy equivocados. Para la psicología, la paz y la realidad humana necesitamos usar este sacramento del amor y misericordia de Dios, pues es Dios mismo, el que a través del sacerdote le dice: "Yo te absuelvo de tus pecados... si no reconocemos nuestros pecados no podremos arrepentirnos y pedir perdón. ¿Por qué no se confiesan los cristianos con frecuencia habitual? Porque estamos contagiados de los criterios del mundo. Hemos perdido el sentido, la noción de Dios, no necesitamos de Dios, yo soy "dios" y a mí me vale lo que me favorece, lo que me viene bien a mí, aunque perjudique a los demás; Nos convertimos en el baremo de la ética o moral, subjetiva, no objetiva que es como debe ser teniendo como norte la Voluntad divina.¡Cuántas veces las personas se sienten insatisfechas, disconformes, vacías,.. porque les falta a Dios en sí que satisface y llena toda nuestra vida dándole sentido a la vida.
 La Palabra de Dios de hoy nos recuerda que hay pecado, que hemos traspasado la Voluntad de Dios para el bien y convivencia humana y de nosotros con Él. Cuando reconocemos nuestro pecado podemos arrepentirnos y luego pedirle perdón, de saborear la misericordia de Dios y su amor a nosotros y de amarle porque hemos sido perdonados. David da gracias a Dios por los bienes y el perdón recibidos de Dios y la mujer pecadora también ama mucho porque se le ha perdonado mucho. Los últimos papas nos recuerdan que antes nos cansaremos nosotros de pedirle perdón que Dios de perdonarnos; Dios ama al pecador por quien ha entregado su vida en la cruz y detesta el pecado; Dios se abraza al pecador arrepentido con ternura y cariño y nosotros sentimos en nuestro interior el perdón, la paz, la alegría y amor del Padre. Necesitamos ser humildes para reconocer nuestro pecado, pues el soberbio no reconoce sus fallos-sólo él lo hace todo bien y los demás todo mal- ni se para en pensar en lo que hace mal, él es la norma de su vida y de la de los demás. Hoy, Jesús, sigue perdonando como lo hizo Él en su vida pública a través del sacramento de la Confesión y, al escuchar las palabras del confesor:" Yo te absuelvo de tus pecados...Confía hijo/a, tus pecados están perdonados", vete en paz y no peques más" Seamos apóstoles modernos de la Confesión confesando con frecuencia. Nos confesamos no porque tengamos-que podemos tener-pecados graves, sino porque se aumenta la vida de Dios en nosotros, nos fortalecemos en la vida divina, nos previene para fortalecernos ante futuros pecados o circunstancias de pecado. Año de la fe, Año para fortalecerla, conocerla, alegrarte con la fe-regalo de Dios-Confiesa y verás qué bien  te va a ir en tu vida de seguir a Jesús. Santa María, Madre de Dios, intercede por nosotros para que seamos apóstoles del sacramento de la Confesión y ayúdanos a hacer bien las confesiones y con frecuencia.

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