Cada domingo, día del Señor, Jesús resucitado, nos convoca, nos reune para que juntos, como una sola familia celebremos el "Misterio Pascual", misterio de amor de Jesús hacia el mundo. Aceptamos su invitación, celebramos la Santa Misa, que es el verdadero centro de cada domingo, manifestación de la Iglesia, familia de Dios. La Iglesia se encuentra y se rehace en cada misa. La Iglesia celebra la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia. En cada Eucaristía se nos da Cristo en su Palabra y lo recibimos en el pan consagrado. En la Palabra Cristo nos habla y nos dice lo mucho que nos quiere, y lo que quiere de nosotros; ilumina nuestra mente y mueve el corazón y, cuando estamos desanimados, animarnos con una base sólida de su presencia en nosotros y que arda nuestro corazón como los de Emaus y creamos con certeza y seguridad en su resurrección y su compañía en el camino de la vida presente hasta conducirnos hasta el Padre.
Somos llamados a vivir por Él, con ÉL y en Él para ser la gloria de Dios y testimonio de Él en nuestro mundo. Nos llama a ser " luz del mundo y sal de la tierra". Llena el domingo con la Eucaristía.
Somos llamados a vivir por Él, con ÉL y en Él para ser la gloria de Dios y testimonio de Él en nuestro mundo. Nos llama a ser " luz del mundo y sal de la tierra". Llena el domingo con la Eucaristía.
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